B U R
K A
Tenía
toda la pinta de un diario, aunque su presentación dejara mucho que desear. Sus
cubiertas no estaban acabada en piel fina, ni tampoco poseía cierre con llave,
e igualmente, no lo guardaba de incógnito en ningún lugar secreto. Con ese
cuaderno vulgar y de andar por casa, tan solo pretendía amarrar con un pellizco
la memoria, sujetar de algún modo aquellas palabras envueltas en sueños
delicados.
Su alma anhelaba y esperaba intensamente
cualquier vocablo expresado. Cada letra le parecía que expresaba una
huella que le oprimía el alma,
procurando ofrecer un sentimiento puntual. Aguardaba con impaciencia cualquier
comunicado. Todo aquello llegó a parecerle extraño pero no le llegaba a
incomodar, temiendo incluso que desapareciera por cualquier razón ajena a su
voluntad. Pero era cierto que estaba sorprendida por el desarrollo de los
acontecimientos...
Apresó aquellas palabras en un cuaderno
barato, de tapas azules con una cartulina de baja calidad, custodiado en su
lomo por unos gruesos espirales de alambre plateado, engarzando las numerosas
hojas albinas que lo conformaba. Desconocía el principio y final de esa
historia, por cuánto tiempo se iba a prolongar, o si debía cuidar la letra con
el pretexto de que pareciera aún más envolvente. Deseaba tenerlo todo
coleccionado. Lo único que tenía claro, es que ese enlace, le invitaba a formar
parte de una posible opción de entendimiento... Con toda posibilidad, él, era
lo único que no investigaba, su teléfono móvil.
La historia comenzó porque la casuística
así lo tramó ya hacía un año, e igualmente por un capricho más que otra cosa,
ella empezó guardando aquellos escuetos mensajes entre aquellas páginas, que
con lentitud iba rellenando. Le agradaba consultarlos... le hacía bien a su soledad. Quizás por ese
sentimiento tan acuciado, que desde hacía tiempo le estaba minando el alma, se
sentía torpe... le costaba resolver situaciones que para ella eran toda una
primicia.... Imaginaba que con su actuación, lo podía ofrecer aspectos
positivos a Isabel. Persona sencilla y discreta. Regalaba con sutileza un
glamour -secreto-, que la convertía en un ser atrayente por sí sola, más con su
mirada, te inducía a una especie de hechizo.
Abandonó su religión madre por
convertirse a la árabe, error que lamentaría durante todo el calvario vivido.
Vestía con atuendos al más puro estilo europeo, pero sus frases desnudas y sus
gestos blindados de timidez, no eran sino, que la poderosa presión a la
que se veía sometida.
Aquellos correos breves los permitían estar
en contacto, aunque a Estíbaliz algo le angustiaba… Quizás la ansiedad por
perder ésa relación tan inesperada y secreta, le provocaba precipitar, y a
veces fracasar, el escaso contacto que pudieron establecer. Con prontitud tal
vehemencia, se transformaría en un resquemor insaciable a cualquier
explicación. Estívaliz estaba al tanto de ése entorno complicado en el que
vivía Isabel. Con apenas unos pocos meses, ya se percató de este ambiente
hostil.
Su esposo se encargaba de la
educación del bebé, de su traslado a la
guardería; él efectuaba las compras, él realizaba los trabajos menos agradables
de la casa donde residían…él subrepticiamente ordenaba silenciar con
perspicacia toda palabra que no se ciñera al saludo familiar… Era ingeniero. Al
parecer ocupaba un puesto importante en la reciente creación de un campus
universitario. Estívaliz entendía y silenciaba cualquier circunstancia.
Consideraba que esa no era batalla suya y como en otras ocasiones, aquello se
podía traducir en problemas. A veces ella, se enojaba por su comportamiento, preguntándose
repetidas veces porque tuvo que entablar conversación con sus ojos, o porque
aceptó el número de teléfono móvil, engendro de los correos furtivos. Reconocía
que el final de todo estaba próximo, y que Isabel habría irrumpido en su
inestable vida como una deflagración inesperada. El brillante profesional
empezaba a perder la calma, se le apreciaba más vacilante e irascible. Pasó de
ser, del vecino extranjero amable y cortés, a una persona cabizbaja y propensa
al mutismo…A partir todo ya todo empezó a recorrer senderos diferentes. El
marido de Estívaliz también reconocía no saber encajar ciertas piezas en ése
puzzle tan peculiar. Isabel se comunicaba menos
con su vecina de enfrente, y porqué no, ella también lo agradeció.
Pensaba que no era acertada esa amistad enfundada en un burka invisible… con
las manos atadas mal se podía remar. Empezaba a captarle su atención y cariño…
un afecto comprometido a una envoltura opaca y velada.