domingo, 15 de octubre de 2017

   
           
                         MIEDO

          Cómo pudo permanecer sumergida en una desgracia tan delicada, tanto tiempo, con tanto dolor y tanta sinrazón acumulada… ni ella misma alcanzaba entenderlo. Su coraje no sabía expresar, ni aún rebuscando en su cordura algún medio para inventarlo, porque de antemano, el fuego de la incredulidad devoraba sus palabras.
                    El primer peldaño nunca se atrevió a subirlo, estaba atenazada por el miedo. Era como si marchara en todo momento en sentido opuesto a la dirección que marcaba el resto del mundo. ¿Quién iba a creer semejante locura?... el último rendirse, aunque sin dar oportunidades a la defensa que siempre la mantuvo en guardia y alerta, aunque con la incertidumbre y el terror pisándole los talones.
                    Le sobrevino una fuerte depresión psíquica.  Aprendió a convivir con ella, llevándola en la proa del barco, pero lo más oculta que se puede transportar una “carga” que por nada deseas que la descubran.  El vocabulario quedaría desierto si tuviese que explicar el contenido exacto de los hechos, desierto en términos lógicos dentro de una familia aparentemente normal.
                  Se acogió a lo poco que disponía. Sus solitarias salidas junto a su cámara fotográfica fueron eternas compañeras. De hecho, trabajaba en este sector, por lo que estaba algo más estimulada. Recorría puntos importantes y concurridos de la ciudad, donde la población albergada fuera lo más abundante y homogénea. Siempre le acompañaba un cierto temor, recelo permanente que recorría su cuerpo de pies a cabeza… Pese a todo, se creía inmersa en la mejor y esplendorosa etapa vivida hasta ese momento. La música, la música de grupos o solistas, nacionales o extranjeros, los libros… evitaron un declive de su persona más agudo. Sus catorce años en el centro de su diana…
                                    Y sucedió. Las posibilidades no eran remotas ni casuales. Su corta edad, en pleno tránsito hacia el mundo adulto quedó machacado, pulverizado y el resto, en compleja definición. Él posiblemente era una de las personas que mejor la conocía, y actuó bajo ese decreto. Por eso, espectaculares turbulencias azotaron los siguientes años de su vida, con múltiples obstáculos que salvar e ingratas vivencias, salpicando desde su breve existencia.

                  …Pocas semanas empezado El Bachiller superior una compañera de clase la invitó a ella y a conocidos, al bautizo de un familiar. Ceremonia y refrigerio se ofrecería en una población cercana. Unos cuarenta kilómetros distaban de la ciudad… Tras la desgracia, el arrepentimiento e intransigentes culpas salpicaban a discreción como el agua de una cascada. Ella, Chris, estaba indecisa hasta el último momento y finalmente aceptó por no desagradar a nadie. Lo cierto es que aquel sábado rondaba algo más que el acontecimiento esperado.

 Nani su amiga era la más pequeña de aquella familia, una chica “mona” y mimada. Así que no encontró dificultad, una vez más, para ejecutar ese nuevo proyecto. Nada de esto recordaba Chris. Vagamente y muchos años más tarde -duplicando los que poseía en la actualidad-, como en un día de espesa niebla, le brotaban imágenes y vivencias abrazadas a sus recuerdos.
Aún hoy sigue retorciéndose de dolor, a veces más que entonces, puesto que el sentimiento de culpabilidad le sigue arrollando incontroladamente como ola    que rompe en la orilla. Después de todo lo pasado, ¿culpabilidad porqué?... Porque no pudo hablar con claridad, porque no se desató en grito su llanto interior, porque su niñez aún era más fuerte que los acontecimientos…                          
                       Cuatro de la tarde. El hermano mayor de Chris, Juan, sale de casa como todos los sábados, en esta ocasión acompañado. Lleva un tiempo de flirteo con Nani. Gregorio, el amigo inseparable de Juan, ha puesto a punto el coche donde iban a realizar dicho trayecto. En el otro extremo de la ciudad y casi a la misma hora dos chicas terminan de acicalarse y ultiman. Pronto pasaran a buscarlas. Los cinco iban a iniciar un viaje que de seguro iba a resultar “inolvidable” …
…la música del grupo musical Los Chichos amenizaba el trayecto, las risas y el ambiente juvenil del interior de aquel automóvil.  Con toda esta atmósfera llegan a destino, Illora.  Puntuales se congregaron en la plaza de la Iglesia. En breves momentos comenzaría la ceremonia.  Al término de ésta, se ofrecería un ágape a los asistentes. Familiares y amigos se trasladan a una pertenencia casi olvidada de los Duques de Wellington. Estos mantienen el recinto como una hacienda más, visitándola en contadas ocasiones. El recinto se mantenía en muy buen estado; los caseros –y a la vez familiares de Nani- se encargan de ello y aquella era una buena ocasión para demostrarlo.  Ajetreo, devenir de gente azota ese día el caserón.                                                                                     
                                                                                                                                   
                 Los canapés, la cerveza y demás viandas están continuamente viajando a esas mesas rústicamente preparadas. No se escatima nada en tal fecha esperada. Conversaciones, bullicio y humo embriagan la estancia. Melodías suaves, cargan el ambiente…el aire empalaga y la intensidad etílica sube como la oscuridad, que ya venció al día.  Lo sensato en tales circunstancias hubiera sido darle una tregua al reloj, negociar con éste una espera razonable y apelar a la cordura. Tomarse unos cafés bien cargados, dormitar un par de horas y reanudar la marcha un tiempo después…  empezar la semana atiborrados de sueño y cansancio, cabeceando en clase, no hubiera sido tan mal idea…Se escogió otra opción y, a lo hecho… Tras las despedidas, de nuevo los cinco en el coche. El dueño del vehículo se arma de valor. Pese a la visible borrachera del capitán y con escepticismo, se dirigen al punto de salida con ilusión porque todo llegue a su fin… En breve y a no demasiados kilómetros recorridos, sorteando las dificultades como mejor le permiten su estado, ya no aguanta mucho más…: “Llévalo tú compae, que tu parece estás mejor que yo” –le repetía insistentemente a Juan.
-       ” Que no; mira como estoy tío…”-  respondía con ánimo derrotado.
Los plazos se agotan y los excesos ahora mostraban su cara más amarga. El volante de ése mil quinientos verdes sigue bajo las órdenes de su propietario. Finalmente emprenden el camino de regreso. La conducción se hace difícil.
- ¡Ten cuidado compae!-  exhortaba con desconsuelo Juan desde el asiento trasero. Chris, en la parte delantera acompañaba a Gregorio.  Desde ese sitio tan predilecto, y con su timidez, solo observaba y se dejaba llevar por los acontecimientos. Recuerda tener miedo… Recuerda sentirse centro de una diana en todo momento.
      
Con extrema rapidez la noche cálida se torna helada. Los presagios dejan de serlo para iniciar el calvario de la evidencia. Los automóviles que marchan en sentido contrario molestan en exceso la visión de Gregorio y en su situación…
-Oh! tío que no puedo seguir, que yo no puedo…-exclamaba con tristeza
Los parpadeos en sus ojos son continuos. El nerviosismo reina en el interior. Un único deseo es unánime en los corazones de los cinco; sólo ambicionan llegar al destino cuanto antes. Con extrema rapidez, su antebrazo cubre la parte superior del rostro. Esquiva una ráfaga de luz que ametralla con crueldad su pésima capacidad visual. El coche inicia una maniobra forzada, esquivando la sombra de la desgracia. Los intentos por mantener la dirección en línea recta son inútiles… tan insuficientes como las de un borracho.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                          
         Las alarmas y los gritos de terror quebrantan nuevamente la noche. La oscuridad se hace única dueña de lamentaciones y llantos. El SEAT mil quinientos de aspecto robusto, voltea en varias ocasiones. Coge prestadas las vías del tren para efectuar su última parada. Juan salió despedido hacia el parabrisas rompiéndolo con la ayuda del brazo y la cabeza. Chris atraviesa sin dificultad el cañón de terror. Aún tiene el destino, o el ángel de la guarda de cada uno, o… clemencia con los restantes pasajeros que los dejan prácticamente intactos... Ya sólo persisten nervios, lágrimas y gritos desgarrados inundando el oscuro barranco.

¡Chris! –claman algunos alocados, ¡Chrisssss!... ¡Chrisssss!

       La sirena y su inseparable luz giratoria devoraban el aire vociferando enloquecido el peligro. Al puzzle le quedaba una pieza por encajar, aunque ésta nunca la ajustaría por más que lo intentara… “¿Por qué continuó con vida? ¿Por qué no terminó todo en aquél lugar cuándo tuvo la ocasión en sus manos?” ... Se preguntaba Chris en numerosas y turbulentas ocasiones de su existencia.
La celeridad en el traslado y el alto grado de preparación médica resultó clave en las primeras horas, primeros días y en las primeras semanas de su nueva vida.  Durante mucho tiempo se tejieron las horas más indeseables para unos seres humanos racionales. Todos sufrieron con la crónica. En el instituto donde Chris estudiaba, en casa, la vecindad……
            
       Una llamada de teléfono a horas ya inquietantes para la familia, no puede augurar nada bueno, y ésa no iba a significar menos. Alerta en el domicilio de los hermanos. Algo extraño sucede.  Los presentes caen rendidos. Sus fuerzas, su calma y lucidez se abaten derrotadas ante la noticia. Aquella tarde, ya noche, de domingo otoñal las hojas de los árboles se desprendían de sus ramas como si salpicaran lágrimas, lágrimas de absoluta desesperación.
         A la adolescente la trasladaron directamente a Vigilancia Intensiva, su estado remitía… ¡MUERTE! sin más. El estado etílico de todos, expresaba lo acontecido sin articular palabra. Trataron las heridas a Juan en su antebrazo, inmovilizándolo con un yeso y varios puntos de sutura en la ceja sangrante. El resto de la noche se quedaría en observación.  Su garganta solo expresaría llanto y desesperación. El resto de los pasajeros pudo relatar con más exactitud las primeras impresiones.
Todos sufrieron con la gravísima crónica coloreada de un amenazante tono rojizo. 

        Los días seguían sin demasiados cambios.  La gravedad persistía y la esperanza de vida se agotaba como el ocaso del día. El padre de ellos casualmente, trabajaba en dicho hospital. A la vuelta de la jornada laboral, la familia aguardaba consoladoras informaciones de otra índole a las del día anterior, que permitiesen soñar. Pero no, la locución poca variación experimentaba: “Continúa dentro de la gravedad” –aunque realmente quería expresar “Permanece el riesgo de muerte”.
Él por puesto de trabajo que desempeñaba estaba informado de todo cuanto acontecía. En los descansos su única preocupación se centraba en visitar a la pequeña, saber si experimentaba algún cambio. Cada detalle lo engullían sus sentidos como si se tratara de un remolino; alguno de estos lo interpretó erróneamente…
Sus pupilas y sus silenciosos despertares más tarde se pronunciaron, no lo pudo disimular más tiempo. Exteriorizó aspectos adormecidos en su conciencia. La niña adolescente resultó ser la víctima más inocente de cuanto sucedía en todos los aspectos. El resto de su existencia brillaría como un ser desconcertado, falseado…
El estado de extrema gravedad iba retrocediendo lentamente; jugó un papel vital la escasa edad de la infanta. Con irónica amargura y muy lejos de superar los traumas vividos, más tarde ella lo admitiría… “Ya que estaba a un paso…”
El pico del gráfico descendió hasta el indicativo “Evoluciona dentro de la gravedad…” Todo acaecía entre sondas, monitores y pegajosos guantes de látex que con el tiempo apartaría para siempre de su vida; jamás cubrirían sus manos.   
Envuelta entre sedación y sedación, destellantes flashes de su inquietante estado irrumpían en su delicada resistencia. A partir de aquí los avances eran insignificantes, aunque constantes, alejándose el fallecimiento inmediato. Su cuadro clínico estuvo agravado por una crisis nerviosa que no le permitía estar relajada, el estado de excitación era bien visible. En la medida de lo posible, aquella vida monitorizada quedó encadenada a un fuerte estado de sedación. La traqueotomía acechaba su garganta. Tan sólo le acompañaba en esas horas con forma de espirar, la juventud… el lecho vidriado, parecía un escaparate en ofertas, que más de uno se acercaba a mirar libidinosamente...
 De esta forma aplazó el último juicio que jamás apeló a la cordura. La guadaña que con paciencia velaba junto a su almohada, viajó hacia otra más convincente.
                 
      Se sucedieron las jornadas y el cambio de escenario era ya una realidad. El traslado a otro lugar menos especializado era inminente. Atrás quedarían los ventanales de la desvergüenza, gomas y ensordecedores timbres luminosos. Para el resto, la espera resultó un alivio gratificante, o muy gratificante… Para ella, y sin tener constancia de lo que le rodeaba, otro mundo empezaría a vivir con el peso de la adolescencia en su cuerpecito.  El tiempo de recuperación no se podía evaluar con exactitud dada la magnitud del traúma. Se ayudó de la fisioterapia, terapia ocupacional y otras artes que para mejorar a los enfermos en semejante situación; y logró rehabilitarse considerablemente.  No llegó, por el contrario, restituir a la misma velocidad el traumatismo craneal. El coma al que estuvo sometida, con la completa pérdida de memoria, sensibilidad y funciones vegetativas, tampoco resultó de fácil tarea; ni la de sobreponerse a la apoplejía. El progreso iba adherido al continúo rezo; hablar de cura era toda una locura.  En conjunto, otro error inexplicable de la vida…

      Incredulidad ante la llegada de este nuevo ser. Recuerda no poseer plasticidad ante lo que le rodeaba. Deambulaba como en un lugar galáctico por los apenas cincuenta metros cuadrados del aquél pisito, donde residía con su familia. Era como si flotara, una nebulosa difícil de expresar. Sus piernas las sentía frágiles y el alma decadente. Todos procuraban acomodarla y quererla y, …  Formulaba una misma pregunta varias veces, muchas, hasta provocar a los encuestados la exasperación. Decididamente no estaba bien. Quedaba mucho por hacer. La familia entera volcó su tiempo y sus esfuerzos hacia ella.
       Los meses caminaban por el tiempo cuesta arriba. Su semblante se asemejaba a la marcha de un caracol. Pasada la navidad, muy cercano el mes de enero, en una mañana gélida, Chris advierte desde su habitación, ajetreo y voces penumbras que incesantes viajaban de un lado a otro de la casa.  Aquélla madrugada era diferente a las otras. El devenir tempranero de los familiares no era normal ni de su agrado. Se acurrucó dentro de la cama. Sintió miedo. Las continuas murmuraciones se comían al aire, provocando una atmósfera aterradora. La vieja abuela falleció en medio de una feliz infelicidad. Chris sabía muchas cosas de ella, aunque quién más, su hermana mayor. Estaba muy influenciada y no siempre actuaba como se merecía la octogenaria. En el fondo era una ancianita buena, como casi todas. Con sus preocupaciones estimulada por sus limitaciones, ansiosa y exaltada a veces, por querer inculcar sus enseñanzas antagónicas a los nuevos tiempos… Con la madurez la pequeña reconocería semejanzas con ella. Estaba segura que el suceso de su accidente fue determinante en este adiós. En los múltiples enojos que la senectud arroja, expresaba su utilidad ya en el mundo.  Después de lo de su nieta, pospuso la partida hasta la llegada de buenas noticias. El miedo le volvió a traspasarle la piel ante los acontecimientos.
      Cambian de domicilio. Pensamiento que iba tomando forma con más celeridad desde hacía años.  Aprovechan la coyuntura del abandono precipitado de casa del hijo mayor. La vivienda se reajusta. Movimientos inesperados en poco tiempo. Pareciera que las piezas de ajedrez tuvieran prisa por terminar la partida.  La abuela, el hermano mayor, el mediano, que toma las riendas de la independencia… Ya quedan el matrimonio y las dos hijas, la de menos edad Chris. Los cuatro estrenarían en breves meses nueva residencia. Los minúsculos metros de aquel rectángulo pavimentado, se agrandaría considerablemente, traspasando lujo y comodidades no vividas hasta el momento. Era la otra orilla del río.

      Casa nueva, vida nueva. La reestructurada rama se va acomodando al nuevo destino… ¡odiado destino!, pensaba Chris en múltiples ocasiones.
Los meses transcurrían normalmente, con la ilusión y el trabajo agotador que ofrece algo de semejante índole. Gran parte del mobiliario se compró nuevo.  Habitaciones decoradas con el encanto personal de cada cual. Ya no existían las incomodidades del espacio que la anterior casa ofrecía, ni las disputas por el servicio, ni las subidas costosas a la última planta del viejo edificio, hoy aún en pie. Todo era distinto, desde la existencia de dos estupendos ascensores, hasta el modelo de vecindad. Trabajos, estudios y quehaceres cotidianos los embargaban.            Los primeros vestigios en el arduo caminar se empezaron a manifestar con prontitud...
      Él esperaba, como sosegado y reposado, sentado en el sofá de dos plazas de una pequeña sala cercana a la habitación de las niñas… Cuando abandonaban el baño, - lo disfrutaban sólo ellas por cercanía a las alcobas donde dormían- con la estrategia de un lince, intentaba captar alguna escena lujuriosa al término.  Otras veces, muy disimuladamente, penetraba en el interior del cuarto de la hija mayor, aún con la puerta cerrada y sin preguntar, fingiendo querer algo de su interior.  Para su esposa nada era extraño; nunca levantaría sospechas.
Era casi el marido ideal y padre espléndido. Le consentía defectos ¡claro!, pero en ningún momento se le revelaría la imaginación en algo así del Perfecto. Sabía bien manejarla, a pesar del alto grado de inteligencia que nunca admitió de ella, ni por supuesto le dejó mostrar. Él era el supremo, y su hombría jamás se supeditaría a aprobar tales circunstancias o que le enseñara lecciones magistrales: yo gran persona cultivada-tu analfabeta, yo persona formada-tu trapo del suelo… Las hermanas callaban las injusticias, se mordían los labios y a veces referían escrupulosamente en la intimidad los fenómenos vividos. ¿Pero cómo demostrar al ser supremo que en sus actuaciones existían una fragante porosidad de malas intenciones?...
En contadas ocasiones las afectadas tratarían el tema abiertamente; ni conspirándose en secreto. Quizás por miedo o por temor a enfrentarse a una confusa interpretación. Algún clamor en momentos de rabia contenida, si que hubo.  La manipulación psicológica de una mente enfermiza, tejió semejante astucia, tal delito a sus propias niñitas. Una emboscada muy bien confabulada.
      La vida transcurría con aparente normalidad. Chris se dirigía diariamente al Instituto con la sensación de ser un árbol hueco. Luchaba entregadamente contra las mermas que le sobrevinieron a su cuerpo sin previa interrogación. Vivir, vivir que precio tan alto…

      En verano trabajaría en el negocio familiar, sucediéndose igualmente los abusos.  En cierta ocasión, y con un punto de galantería, para no levantar sospecha alguna, se acercó por detrás de Chris, y con el pretexto de ir a coger un accesorio de una vitrina cercana, colocó sus manos bajo sus axilas con intención de apartarla delicadamente, como quién prepara una tarta y la lleva a hornear. Al instante la adrenalina se le disparó alcanzando niveles máximos. Notó sus dedos deslizantes atravesar la barrera del erotismo.  Experimentó fobia, fobia a lo que le rodeaba. Asco, asco a su padre, a su suerte…, y como siempre un grillete con candado le oprimía la garganta con una fuerza nunca conocida. Pero lo decidió. Ya no soportaba por más tiempo la soledad. Tenía que hacer algo por ella misma, o la depresión iba a ganarle la batalla. De todas formas, su actitud ante la vida, ante sus padres… no podía perdurar en el tiempo. Así que rompió su rabia. Tenía que buscar un aliado, apoyarse en alguien, y el mejor asociado, el compañero de trabajo, su hermano mayor. Abandonó su facultad, sí; abandonó el domicilio paterno, sí; pero las urgencias del amor le condujeron de nuevo al mismo callejón sin salida.

      Al siguiente año del terrible suceso cuando las dificultades físicas y psíquicas estaban latentes, la situación se vuelve contra ella, se agrava en detrimento de su confianza. Su hermana tiene que emprender un viaje. Una competición de Judo le espera. Por la corta edad de que dispone le acompaña su madre. Como mínimo emplearían un par de días. ¡¡Todo el fin de semana las dos fuera de casa!! –se lamentaba. A Chris le entristece enormemente la noticia. Llora y sufre en silencio por ello. Su estado de ánimo empeora considerablemente, pero todos le achacan la tristeza a causas derivadas a su proceso y al cambio de humor experimentado. De nuevo aires cargados de miedo invaden su ente. Un eco perseguía su mente “sola con él, sola con él…  “.
Mientras tanto, su progenitor paseaba la figura como buen padre. Entregado, sufrido y bueno para su familia y cómo no, para su hija…
      Esos días se hicieron interminables. Tuvo que preparar comida para ambos. Compartir escenario en zonas comunes y fingir que todo transcurría como si nada. Eso sí, las conversaciones se tornaron exiguas, ocultando el horror; cada cual efectuaba su vida. Ella se obligó a pasar muchas horas fuera de casa con idea de permanecer menos tiempo en su compañía. 
       A medida que las horas diurnas se apagaban, pareciera perseguirse enloquecidas, temía que la velocidad se ralentizara durante la noche.   Y la oscuridad se dejó ver ¡qué paradoja!, dónde ir, qué hacer… de nuevo el miedo le apresó.  Preparó la cena como a él le gustaba y según instrucciones expresas de su madre.  Ella no tomó nada en esa ocasión, alegando dolores estomacales, y por tal razón, se despidió de su padre antes de lo normal, retirándose a su estancia.  Una vez allí, imaginaba morirse, caer desplomada y atravesar el túnel de la muerte- , el mismo que definen algunos mortales haber  sufrido  en  propia piel; ¡qué suerte la de ellos! –meditaba,  y  así no volvería a sentir su cercanía nunca más...
Apenas si se introdujo entre las sábanas. Por cautela no se cambió de ropa para dormir, porque entre otras cosas, no tenía ésa intención. Imaginaba terrores dentro de ese cuadrilátero y debía permanecer en alerta. Manejaba datos: la edad de él y la suya, la fortaleza de uno y otro, sopesaba intereses si se descubriera algo… todo un laberinto angustioso. Apenas si logró descansar. Optó por dejar la lamparilla encendida, aunque nada, excepto huir de allí, le iba a despegar del miedo que le atenazaba como el frío de enero.  En cuanto se proyectó una tenue luz en el horizonte, se levantó con total sigilo. Los ascensores del exterior comenzaban su tarea. ¡Por fin, Gracias a Dios! –balbuceó… Creía haber concluido así su tortura.
            Los meses se agotaban caminando por la misma línea.  La infanta poca credibilidad desprendía, ya que todavía - y años después-, continuaba dando muestras de sus deterioros involuntarios, tanto corporales como intelectuales. Así pues, se afianzaba su teoría de… quién iba a creer su historia si en algún momento su pecho reventara de debilidad.
Las tribulaciones seguían sucediéndose como si de un perro encelado se tratara.  Acogiéndose a la teoría del estado de la niña…, encubría su talante. En otra jornada coincidieron padre e hija en el ascensor. Marcharían al comercio fotográfico. No tenía escapatoria… El era el dueño y se dirigía a su negocio; ella estaba empleada en el mismo lugar, y éste era su jefe. No tenía escapatoria… ¿Qué impedimento aducir para no ir juntos…? Tragó saliva…  Salieron de casa. Recorrieron el pasillo hasta el elevador, uno paralelo a otro, como si de un escolta se tratara. Ella paseaba un semblante triste y cabizbajo, ida y bloqueada. Deseaba que la deglución fuera lo más rápida posible. Abrió la puerta de éste precipitadamente, adentrándose, -imprimiendo fugacidad en sus movimientos- para que en aquella calle sin nombre y sin salida, se produjera un milagro. Pero no fue así. Detrás de Chris, su padre. Juntos emprenderían un viaje –como si de la vuelta al mundo se tratara- de cuatro pisos.                                                                                                            Colocó sus brazos expectantes a lo largo del cuerpo, en actitud defensiva, cerrando los puños. Él quiso mantener un breve diálogo, como para romper el hielo del momento. En mitad del trayecto, le instaló una medio caricia sobre cara y hombros que le provocó temblor de piernas y múltiples temores. Afortunadamente el recorrido finalizó antes de lo esperado.  
      Aquel curso, que apenas si logró palpar, finaliza con mucha pena y nada de gloria académica. Quedan pocos meses, pero ya nada se pudo hacer.  Los profesores de Chris se reúnen con sus padres.  De aquella tertulia nada se supo con anterioridad, no hubo ni rastro de ella; ni día, ni hora… La cuestión es que, indiscutiblemente ambas partes se encontraron. Tratarían el tema de su incorporación al nuevo nivel, que después de vacaciones daría comienzo. Todos conocían la realidad. Visiblemente hay una estrepitosa caída en sus notas, al igual que un bajo rendimiento escolar. Tendría como cualquiera la oportunidad de septiembre, pero el resto ya se podía vislumbrar.  Unánimemente se mostraban de acuerdo que no eran suficientes los enormes esfuerzos e interés. Ella continuaba con la sensación de imaginarse un alcornoque hueco y acolchado.  Acariciaba el engaño y lo palpaba ciegamente. Estaba al tanto de la magnitud del nivel exigido en C.O.U. Le iba a suponer un esfuerzo sobrenatural y ahí le iría la vida… Pero no, no quisieron cursar su matrícula. Otra vez, una llamada telefónica lo explicaría más tarde… Así le rematarían para siempre su frágil razón de perdurar en este mundo. Sus aspiraciones de ir a la facultad quedaron descartadas para siempre.
  
      Chris cultivaba exhaustivamente el marcado respeto y una palpable distancia hacia su padre. Trabajaba con la opinión de cuánto menos acercamiento, menos oportunidades para las confrontaciones. No cruzaban muchas palabras. Él se agarró a sus medicinas para intentar aliviar en lo posible sus males reumáticos y ella se aislaba en sus cosas.  Recuerda coincidir en la cocina. La ya mujercita preparándose la cena, y él sus fármacos. Con percibir su cercanía, una pelusilla comprometedora se le posaba en sus antebrazos. Las alarmas estaban totalmente disparadas… Escapaba de allí y así luchaba en silencio contra las adversidades.  
 El padre continúa con sus turnos en el hospital.  Combina periodos de actividad laboral con bajas por enfermedad; sus huesos y articulaciones se suscribieron en una nueva fase difícil de aliviar, cuanto menos, remediar.
      Ella, ya contaba casi veinte años. Después de atravesar esos ríos de amarguras, indeseables y turbulentos, como la adolescencia misma-, conoció a un chico que...
A partir de aquí la vida le dibujó un paisaje diferente.

     Llega una noticia. Su hermana anuncia el enlace con el reciente profesor de magisterio y novio desde el Bachiller de ambos. ¡¡Fatalidad!!, ya serían solamente tres los ocupantes de la morada. Entre los achaques y el declive físico producido por el abundante tratamiento - que mejoraría cosas, lesionaría otras-, el gran jefe continuaba dando sucesivas muestras de persona enferma …  aunque su cariño seguía escondiendo maldad. Chris había aprendido a trabajarse un escudo, una defensa, llevando la ignorancia por bandera.   Necesita ayuda y ella lo reconoce, no puede caminar con su soledad a la espalda, porque le pesa demasiado. Requiere atención psicológica. Busca a un profesional que le pueda socorrer en tales momentos. Se entrevé depresiva, bueno muy depresiva, y al borde del suicidio. Ya no puede fingir la normalidad de una adolescente medianamente feliz; jamás se acoplaría a ningún canon. Pero lo cierto es que, entre unas circunstancias y otras, no ansiaba permanecer así ni una décima de segundo más.  Antes se daría una oportunidad, aprovechando la marea baja, que fue amainando en el tiempo. No ocurrió lo mismo con los deterioros de su alma…
Hoy, la Chris mamá, continúa con pesadillas que no se dejan dominar; ni puede dormir sin una ráfaga de luz manifiesta, y en las noches sofocantes de verano, alguna prenda le cubre disimuladamente el cuerpo perturbado por el miedo. 
      El padre tiene que intervenirse quirúrgicamente, es irreversible la opción. En ése verano se celebran mundiales de fútbol.  El Centro Hospitalario está próximo a casa. La aorta a su paso por la cavidad abdominal está dilatada, y le puede estallar sin encontrar ninguna oposición. La operación tiene sus riesgos, él los conocía, pero prefirió ocultarlos. Se mostraba de acuerdo que las posibilidades de salir de aquélla eran diminutas, no apostaba nada. Su actitud fue galante, como siempre. Escondió, como manera de proceder, el que suponía ser el último adiós.  Chris, el referido sábado de ingreso hospitalario, pintaba un balcón. El reloj marcaba las seis de la tarde.  Los esposos, muy desposados, se dirigen al ascensor, el que devolviera el ritmo cardíaco la noche fatal. Él efectúa una última parada en el umbral de la puerta, la que fuera la última, y su consorte continuó sola… 
Algunos días más tarde, en el lecho de muerte del Perfecto, cada cual, al verse retratado con él, lo disfrazaría según la trayectoria constatada. Unas veces la foto resultaría totalmente blanco y negro, otras en color y en otras, personajes o situaciones totalmente aberrantes. Chris repasaba los gestos de despedida del que fuera último hogar… “en el umbral de la puerta, giró la cadera y proyectando una mirada generosa a su alrededor, acompañándose por un lento recorrido de sus manos sobre el frontal de su camisa -de hombros hasta la terminación con la parrilla costal-  pronunció con la mirada, el irrevocable para siempre adiós. “
En aquel instante el parecido con su madre resultaba embarazoso diferenciar… estaba allí con su hijo… Y la mamá Chris, a veces se sumerge en un delirio de angustia.  Llora por cada segundo mal respirado, lo querido, lo odiado o sufrido.

       La intervención como tal, resultó exitosa, no tanto la evolución. Pasó directamente a UCI –“Ha sido un poco complicado y lo hemos llevado allí para que esté tranquilo, informó el cirujano”.   Las cuarenta y ocho horas posteriores resultarían cruciales.  Fuera, los ánimos y la entereza entraban ya a formar parte del pasado.  En una patología agresiva como era, con factores totalmente hostiles, y un interior muy azotado y deteriorado, las complicaciones se recostarían a los pies de su cama. Se atrevería incluso a realizar grandes progresos, que más tarde evolucionarían a la superación. Eso le condujo a pactar con el respirador artificial, provocando que sus agotados pulmones trabajaran progresivamente, necesitándolo sólo en algunas horas del día.  Y también, como entonces, la sombra de la traqueotomía estaba muy presente. Dentro de la gravedad los partes se mostraban con tono esperanzador. No obstante, y con la dureza que caracteriza a los facultativos, avisaban:” …conllevaría una recuperación costosa y lenta, y pueden quedar importantes lesiones físicas”. Los familiares ya pensaban en las reformas en casa, adaptación en uno de los servicios…  la silla de ruedas era más que probable.
 Desde esta especialidad médica, notifican el traslado inminente a planta. Celebran la buena nueva, rebosando de júbilo. 
            Estamos ya en Septiembre; día veinte y uno, viernes. Presagios otoñales; durante el día, temperatura agradable. Apesadumbrada se mostraría la noche. Dos de la madrugada. Suena el teléfono a horas impertinentes. Inevitablemente el subconsciente de Chris se dispara al igual que los latidos de su corazón. Se encontraba sola aquélla noche. Su madre hacía la primera guardia con el recién trasladado.  Una voz varonil desconocida, habla…:
-            ¡Perdone!, llamamos del hospital. Un momento, se pone su madre… 
-           ¡Chris, Chris, mira, que papá está peor.  Ven lo antes posible¡

Escalofríos continuos abordan su cuerpo. Sólo le estorbaba la confusión para manejar a la lucidez. Apresuradamente se cambia de ropa y abandona la casa sin ocultar una visible alteración.  Marcha a la cochera. Con torpeza y nerviosismo sale al exterior. Una lluvia fina y persistente cubre la carrocería roja en escaso tiempo. Llamada a la calma y a la prudencia en tales circunstancias. 
                  …y su padre yacía sobre la cama gris, desconectado de aparatos. Le aplicaban infructuosas descargas eléctricas sobre su acabado corazón. 


                        ESTRELLA   DE  ÁNGELES  BAMORE


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